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La frivolidad de la juventud se pavonea por el mundo. La imagen parece predominar por encima de los valores éticos. Acaso, ¿triunfó la superficialidad?...

La frivolidad de la juventud se pavonea por el mundo. La imagen parece predominar por encima de los valores éticos. Acaso, ¿triunfó la superficialidad?

El panorama juvenil, sobre todo en los espacios urbanos, parece llenarse de personajes pintorescos. Cada uno con su forma característica de vestir, de hablar y de compartir. Ellos mismos se dividen en subgrupos que se ramifican en toda la sociedad.

Son caracterizados por minorías, que pujan por un espacio en la realidad e intentan imponer un criterio, que no va más allá de una forma de vestir, de repetir juicios, posiciones y estereotipos que apenas conocen. Es un fenómeno tan epidérmico que se queda en la superficialidad.

Se olvidan de aquello que caracteriza a cada individuo y que vive en el interior de cada cual. Como seres sociales, todo debe realizarse bajo normas y conductas de convivencias, de tal manera que no se lacere la integridad de otros.

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